martes, 20 de octubre de 2009

Sucio bastardo.


Quiero gritar, gritarte, reivindicar todo lo que me has hecho o lo que me has hecho hacerme. Quiero ahogarme en tu silencio, oyendo tan solo la efímera melodía de mi fracaso, y sin necesidad de saber más, poder alzar la mirada hacia mi espejo y contemplar mi ingenuidad.
Quiero encontrarte, y quiero no encontrarte. Estoy cabreada, me siento utilizada, hundida, perdida, y con la certeza de que no serás tú quién me rescatará de la nada, aún guardo la esperanza anhelando la salvación de mi esperado príncipe, maldito príncipe, sucio príncipe hundido en lo más profundo del lodo.
Quiero perderme, perder tus labios del alcance de mi vista, evadirme de la inútil satisfacción de un sexo vacío, artificial, salvaje. Cree cuando digo que he intentado no sentir, no sentirte, huir de tu pervertida lengua viperina, huir de tus manos, acariciando mi piel, de tu boca, recorriendo mi torso, y repasando la forma de mis pechos.
He intentado salir de tu pervertido mundo, y todo lo que él conlleva, ¿por qué no lo logro? Quizás es el momento de bailar al son de los sentimientos rotos, o de las ilusiones acabadas, quizás sea el momento de renunciar al cielo, o quizás al infierno, de renunciar a ti.
Siento la necesidad de odiar, de odiarte…quiero cohibir mis pensamientos, mis recuerdos, hasta tal punto que ni siquiera pueda darme cuenta de que existen. Quiero mirarte, que me mires y sin rodeos, tener las agallas y la hipocresía de poder decirte: sucio bastardo, y pensar que una vez difuminé mi mirada, desnudé mi cuerpo y mi alma, y me entregué a la imagen distorsionada de mi aclamado príncipe, qué ciega estuve.

No hay comentarios:

Publicar un comentario